22 jul 2011

Adelanto de mi nuevo cuento: " Mi amigo Dillinger"



Mi amigo Juan quedó marcado para siempre por el carácter de su padre al que en el barrio llamaban “Negrín”; mote que le iba que ni pintado, por su color cetrino, su baja estatura, y su más que probable afiliación al partido comunista.

— No quiero que andes con el hijo de Negrín — decía mi padre — Si lo haces, acabarás en la cárcel o con un tiro en la espalda.
— No le digas eso al chico Mateo, le estás asustando — respondía mi madre.
— Mas vale que esté asustado, que no preso o muerto.

Negrín efectivamente acabó en la cárcel. Fue despedido de la fabrica por supuesta propaganda ilegal; algo que no se pudo probar. A los pocos días del despido se levantó enérgicamente de la cama he hizo que su mujer y sus dos hijos se vistieran con sus mejores galas . Momentos más tarde, salió con ellos del portal camino de la parada del autobús. Mientras esperaban, vieron llegar el número del que pasaba por la fábrica; paró justo donde ellos se encontraban y entre el grupo que se apeó iba Rosendo el guarda.
— Negrin — dijo — que majos... ¿Es que vais de boda?
— Algo así — le contestó — ante la mirada incrédula de su mujer.

Mas tarde, se subieron a un autobús en el que recorrieron casi toda la ciudad. Ya en la periferia, en una zona residencial con grandes arboles y anchas avenidas,se apearon. Era una calle con residencias de lujo. Anduvieron unas manzanas sin cruzarse con nadie hasta que se pararon ante una de dos plantas y el padre de Juan llamó al timbre. Tras unos momentos apareció en la puerta un hombre de mediana edad que saludo con un :
— Hola Negrín ¿Como por aquí? 
— Venimos a ver al patrón.
— ¿Pasa algo?
— No. Esperaremos aquí.
— De acuerdo; voy a avisar.
A los pocos minutos volvió a abrirse la puerta y apareció el mismo hombre que le dijo:
—Marchaos Negrín el patrón está que bufa. El pié de Negrín bloqueó  la puerta.
— Marchaos o habrá problemas- dijo el hombre.
— O te apartas o te aparto — espetó Negrín- empujando la puerta. El hombre se apartó .
— ¿ Que hace usted aquí Lupi? Dijo D. Indalecio desde el fondo del recibidor.
— Traigo a mi mujer y mis hijos a comer. Usted los ha dejado, sin nada que llevarse a la boca.

En ese momento varios hombres que aparecieron por el jardín se abalanzaron sobre el padre de Juan inmovilizándole ante la mirada aterrada de su familia, que al poco tiempo vio como se lo llevaba la policía, sin  poder hacer nada con sus lamentos y sus súplicas.

Aquel día nos reunimos al salir del colegio y fuimos a poner botes en las vías; cuando llegué a comer a casa más tarde de lo normal, mi madre estaba en la ventana esperando. 
— Pasa que ya está tu padre a la mesa...
— Mama...
— ...Y no se te ocurra rechistar.
— ¿De donde vienes a estas horas?— Dijo mi padre, dejando la cuchara sobre el plato — ¿No sabes a que hora se come en esta casa?¡Siéntate!