Mi conciencia no nace de las letras
Si no del agua en mis ojos
Y de los pies desnudos de los hombres cansados
Que retornaban en los trenes.
De los pasos largos que escuchaban mis abuelos
Y del dios oculto que lo impregnaba todo,
Del sabor de la derrota en los ojos de mi padre
Y de las cartas violadas de mi infancia.
No necesito la luz del filósofo
Para ser consciente de lo que me duele.
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