27 feb 2015

La Flema del Sistema


Esta mañana he estado en el INSS y he salido llorando. Lo he hecho con rabia pero inundado, además, de una enorme tristeza. Me he sentido vejado y, no por la admirable dedicación del funcionario que buscaba y buscaba una solución para mi sin poder dármela; humillado, arrojado, escupido como una flema del sistema.

Tengo sesenta y un años y cuarenta años de cotización a la seguridad social y el sistema al que he estado contribuyendo a mantener durante cuarenta años de mi vida, en un momento de dificultad para sobrevivir, expulsado del mercado de trabajo, no tiene una salida para mi. 

Una sociedad que expulsa a sus jóvenes y permite que sus mayores se pudran en la indigencia no merece ser considerada como tal. Yo, al menos, no quiero vivir en una sociedad así.

Nací en plena postguerra en una familia de trabajadores del campo que no fueron nunca a la escuela pero me obsequiaron con unos valores que en este momento están fuera de lugar. Me enseñaron el valor del trabajo, de la honradez y la superación personal. Pasé mi infancia en un internado, de los de la dictadura, trabajé desde los diecisiete años, formé una familia y sin parar de trabajar ni un sólo día, me formé: Me matriculé en la universidad me licencié en cinco años y nunca en los últimos cuarenta años he dejado de formarme ni de contribuir al sistema, que ahora, no quiere saber nada de mi.

Soy autónomo. Desde hace doce años pertenezco a esa subclase de expulsados del régimen general y abocados a la estafa del emprendimiento. Víctimas de la “alfombra roja” de todos los gobiernos, apátridas sin derechos, muertos vivientes. Lugar al que se ven arrojados cada día mas trabajadores que, como yo, trabajan para empresas sin pertenecer a sus plantillas; sin derecho a enfermar, sin derechos laborales ni sociales, condenados a permanecer en un régimen que los retiene pagando hasta la vejez sin poderse retirar, sin salidas, apestados.

Mis lágrimas son de rabia por que no me resigno. Yo se lo he dado todo al sistema, son cuarenta años de sacrificio; el sistema tiene una deuda conmigo, no puede escupirme y no darme una salida. Esas lágrimas son también de tristeza de ver la falta de escrúpulos de los que hacen las leyes. De ver como prometen al final de la legislatura los mismos tres millones de puestos de trabajo que prometieron al principio de la misma, de ver como venden el humo del futuro: Para los trabajadores, no hay presente; lo bueno siempre está por venir. 



Andrés Morales López
Autónomo.


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