A mediados del siglo pasado Abraham Maslow elaboró una teoría según la cual, las personas, antes que nada, habrían de cubrir sus necesidades básicas, entre las que naturalmente está la alimentación; satisfechas éstas iría escalando en una pirámide imaginaria satisfaciendo otras necesidades de “menor importancia”. El siguiente escalón, cubriría la seguridad física, la de empleo, de recursos, moral, familiar, de salud y de propiedad privada. Satisfechas las anteriores escalaríamos hasta las necesidades de afecto, amistad e intimidad sexual. Más arriba se encontrarían las de auto reconocimiento, confianza, respeto y éxito y por último tras satisfacer todas las anteriores llegaría la escala de la auto realización, que comprendería: la moralidad, creatividad, espontaneidad, falta de prejuicios, aceptación de hechos y resolución de problemas, es decir, la explosión del alma; aunque, como todos sabemos, el alma, como diría Kundera,no es más que la actividad de la materia gris del cerebro.
Comprendo que las ONG estén echando el resto en los bancos de alimentos, no en vano en España según datos de UNICEF más de dos millones trescientos mil niños viven bajo el umbral de la pobreza. Estos días se ha creado una polémica sobre la necesidad de mantener abiertos en verano los comedores de los colegios para satisfacer las necesidades de las familias con menos recursos. No voy ha entrar en la obviedad de lo imprescindible que resulta esta medida, ya que, hay cosas que por que algún desalmado las niegue, no van ha dejar de existir. Esos niños resuelven una emergencia ¡Bien, por que sean alimentados correctamente! Pero hay otra emergencia que no queda resuelta y es el hambre intelectual. Echo de menos bancos de libros, organizaciones que repartan alimentos para el alma; que como todo el mundo sabe es la parte del cerebro que nos distingue del resto de animales. Tenemos que ser capaces de que cuiden su cuerpo completo, no sólo una parte. Tenemos que darle el pescado y, además enséñales a pescar.
La semana pasada leí en la prensa la siguiente noticia: La UNESCO denuncia que en el mundo hay 58 millones de niños sin escolarizar. Esto supone un banco de 58 millones de personas destinadas a la explotación y al mantenimiento del statu quo. Personas dispuestas a tragar con lo que sea para poder alimentarse y alimentar a sus futuros hijos. Una masa de sumisión perfecta para que la codicia reinante se sienta segura, crezca y se desarrolle. Un caldo de cultivo fértil para que la minoría viva en el más repugnante exceso, acumulando los bienes que deberían repartirse de forma más justa.
Sin educación no hay espíritu crítico y sin éste las formas de explotación se perpetúan. Eso, es algo que el capital sabe a la perfección y utiliza los medios a su alcance para que nada cambie “¿ Que es eso de que el hijo de un muerto de hambre pueda estudiar filosofía para que aprenda a pensar por si mismo? ¿ Quien desatascará nuestros inodoros, barrerá nuestras calles, limpiará nuestras casas? ¿Que tipo de sistema que se precie permite a los hijos de los desarrapados ir a la universidad? Mantengamos a los padres con lo justo así los hijos perpetuarán su clase”
En España como en otros muchos países de occidente, el capital encontró en la Iglesia católica su concubina perfecta. Así, se han montado una suerte de educación por castas consentida por gobiernos de ideologías diversas donde han primado otros intereses distintos al interés general. Colegios privados bilingües y de calidad para ricos, Colegios subvencionados, pagados por todos para perpetuar valores de sumisión. Y una red pública de enseñanza que ha sido la desarrapada del sistema. Objetivo, perpetuar la estructura social. La casta, palabra de moda, la reflejó mejor que nadie Miguel Delibes en un pasaje magistral de su maravillosa novela: “Los Santos Inocentes”, cuando el señorito Ivan hace firmar a su lacayo analfabeto: Paco, y a su esposa Régula, para demostrar a un embajador extranjero como se las gastan aquí los terratenientes y el régimen.
Algún ministro reciente y sociólogo, no por casualidad, no le ha importado inmolar su imagen para conseguir objetivos tan sibilinos como una educación diversa y de calidad para las clases altas y otra uniforme, sin contenidos y enfocada al trabajo manual y de servicio para quien no se la pueda pagar.
En mi época de estudiante, realicé un trabajo titulado:” Conformismo o rebeldía. La perpetuación de los valores de clase”. Partía de una afirmación de Paul Willis de su extraordinario libro: Aprendiendo a trabajar. Ed. Akal. Madrid 1988. En él, Willis decía: Lo difícil de explicar en cuanto a como los chicos de clase media consiguen trabajos de clase media, es por qué los demás les dejan y lo difícil de explicar respecto a como los chicos de clase obrera consiguen trabajos de clase obrera es por que ellos mismos lo consienten”
Entre los hijos de la clase trabajadora se produce la paradoja, de que quien lucha contra el poder, ayuda a la perpetuación del mismo ¿ Como sucede esto? Existe una contradicción entre lo que viven en sus casas y los valores que le inculcan en la escuela. Ésta, para ellos, simboliza el poder establecido personificado en el maestro, desprecian sus códigos lingüísticos y los valores que estos transmiten por que los que consideran ajenos. Se apoyan en los valores de su grupo de pertenencia llevándolos a la descualificación y a la perpetuación del sistema.
Pasados los años, las políticas neoliberales han llevado a la pobreza a grandes masas de población dejando en situación de extrema dificultad e igualando cada vez más a las clases muy humildes y las clases medias. LLegados a este punto se da el peor de los escenarios posibles. Jóvenes que se enfrentaron a lo establecido sin formarse. Resultado: una generación entera de jóvenes perdida por la descualificación y la desesperación (generación nini) jóvenes que ni estudian ni trabajan y viven sin ningún horizonte ni expectativa. Por otro lado, otros jóvenes que aceptaron las reglas del juego que le marcaba el sistema y se “rebelaron” estudiando y preparándose, para superar sus orígenes, son ahora una generación de jóvenes perfectamente preparados. Pero se da la circunstacia de que por no pertenecer a las élites, a los que marcan el paso de las sociedades, se ven expulsados del sistema al que intentaron integrarse y tienen que emigrar o mal vivir con varios trabajos precarios, mal pagados y sin derechos.
La élites necesitan un ejército de parados y descualificados para poder subsistir y mantener los privilegios de esta vida, dejando los de la otra ( el más allá) para las masas de parias que limpian sus inmundicias y les sirven en la más completa sumisión. La salvación está en las nuevas generaciones, en su formación, en su espíritu crítico. En saber canalizar la rebeldía que les remueve contra la injusticia y dejar de ser como pececillos en un estanque dispuestos a morder el anzuelo de imanes, rabinos, curas, hechiceros, brujos, chamanes y salva patrias.